La tenia y otros gusanos con forma de cinta (cestodos) como los que
causan los quistes hidatídicos y la cisticercosis infectan el hígado y
otros órganos vitales, pueden persistir en estado latente durante
décadas y dan cuenta de dos de las 17 dolencias definidas por la OMS
como “enfermedades tropicales abandonadas”, debido a la virtual
ausencia de tratamientos eficaces. Su genoma revela que carecen de
muchos sistemas biológicos básicos, sugiriendo de inmediato una serie de
estrategias farmacológicas para matarlos.
Un consorcio internacional de científicos coordinados por Matthew Berriman, del departamento de genómica de parásitos del Instituto Sanger Wellcome Trust de Cambridge, Reino Unido —uno de los nodos del proyecto genoma público—, sienta hoy en Nature
los cimientos del género al secuenciar (leer las letras del ADN
tgcttggga…) los genomas de cuatro gusanos parásitos claves. Los cestodos
se contaron entre los primeros parásitos identificados en el ser
humano, y fueron aludidos ya por Hipócrates y Aristóteles hace 2.300
años.
Sin duda el más famoso es la tenia (Taenia solium), o solitaria, el
desmesurado habitante ocasional del intestino humano, en cuyo interior
clava sus garfios para generar una secuencia interminable de segmentos
(o progótidos, en la jerga, lo que suena aún mucho peor) que alcanza con
facilidad los cuatro metros de longitud, y a veces muchos metros más.
Cada proglótido, para colmo, alberga aparatos reproductores de ambos
sexos, lo que lo convierte en un sistema virtualmente autónomo. Un
infierno dentro de las tripas.
Pero los demás cestodos secuenciados también tienen su interés. Si la
tenia infecta a los humanos a partir del cerdo, hay otros dos gusanos
del mismo género, Echinococcus multilocularis y Echinococcus granulosus,
que nos llegan a partir del zorro y del perro, respectivamente. Ambos
producen la hidatidosis, o enfermedad del quiste hidatídico, en que las
larvas migran desde el intestino por la sangre y el circuito linfático
hasta establecerse en los músculos y los nervios, donde puede permanecer
latente por décadas.
La tenia y sus primos con forma de cinta son animales como nosotros,
pero que al adaptarse al estilo de vida parasitario han perdido buena
parte de los sistemas biológicos que constituyen el acervo común de los
animales, y que existen desde nuestros orígenes precámbricos, hace unos
600 millones de años.
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